Actualmente
estamos asistiendo a lo que se ha calificado como “el desmoronamiento de la
televisión pública” sobretodo centrado en el inminente despido de más de 900
trabajadores de Telemadrid que se han manifestado en contra de esta situación a
la que se ha llegado debido a la “pésima gestión” de esta cadena.
Recuerdo
que Telemadrid siempre ha estado sintonizada en casa. Ya desde pequeños hemos
disfrutado con su programación infantil y los adultos seguían el informativo de
esta cadena, alternando con Televisión Española pues ver los informativos de la
cadena pública por excelencia dependía del gobierno en el poder. De esto sí que
me acuerdo bien. De repente se dejaba de ver la primera de TVE e intentando
buscar una explicación, cuando fui adquiriendo consciencia suficiente, percibí
que la causa estaba en el color del gobierno de turno. Aunque luego cada uno va
formando sus propias opiniones, es cierto que los tintes azul o rojo se notaban
tanto en las informaciones como en toda la programación de la pionera de las
televisiones públicas.
Creada
para informar, formar y entretener, quizá el objetivo alcanzado completamente con
éxito sea el tercero ya que no se puede negar que Televisión Española cuenta en
estos momentos con una parrilla de lo más variada pues enlaza canales
dedicados a temas concretos. Pero también es verdad que el Gobierno, sea el que
sea, lo utiliza como canal de autopromoción. Hecho lamentable para los
ciudadanos –que, dicho sea de paso, contribuyen a sostenerla– pues no pueden
gozar de una información objetiva que las cadenas privadas no van a ofrecer.
Volviendo
a Telemadrid, la situación es más grave para los periodistas, técnicos o
empleados que allí trabajan. El periodista se forma para servir al pueblo, para
informar de lo que la clase política lleva a cabo y cómo afecta a los espectadores,
lectores u oyentes. También para denunciar los abusos que puede llevar a cabo
el poder. Pero ahora esto nos parece un sueño, una utopía, pues hablar sin
mordaza comienza a ser más que complicado. Es un dilema moral al que se
enfrenta el periodista -que afortunadamente tiene trabajo- y al que nos
enfrentamos los futuros peones de esta situación.
Si
bien dicen que el futuro está fuera de España pues aquí las posibilidades de
encontrar trabajo cada día son menores, también es cierto que como “defensores”
de los que en principio no tenían voz –ya que ahora las redes sociales hacen
mucho por todos ellos– me resulta inevitable pensar que aún se puede hacer algo por
este país. También me resulta doloroso pensar que hay que dejar este reino a su
suerte, que no se puede hacer nada. Es muy desesperanzador pensar esto. Hemos crecido
con la televisión pública, hemos visto que las cosas se logran con esfuerzo y
constancia y que los grandes cambios no llegan de la noche a la mañana. Por eso
creo que, aunque ahora la situación pinta muy mal, siempre se puede hacer algo
para intentar que mejore. Pero opino que el problema está en la poca solidaridad
que tenemos unos con otros. Quizá la clave está en empezar desde lo más
pequeño. Un ejemplo claro fue la noticia que nos llegó desde Estados Unidos y
que dio la vuelta al mundo. Un policía regaló unas botas a un mendigo. Y esto
fue noticia. Una esperanza para ver que el mundo se cambia con pequeños gestos.
Una lección para todos, incluidos los políticos. Pero por algo habrá que
empezar.
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