"POR EL EQUILIBRIO DE HISTORIAS Y POR LAS HISTORIAS EQUILIBRADAS"
("Educados para no pensar" José Luis Sampedro)
Actualmente en el mundo occidental formamos
parte de lo que muchos llaman “Sociedad de la Información”. Este es un sistema
económico y social donde, se supone, el conocimiento y la información
constituyen las fuentes fundamentales de bienestar y progreso. Gracias al
establecimiento de los medios de comunicación convencionales y al rápido
desarrollo de Internet, podemos informarnos, fácilmente y en cuestión de
segundos, sobre cualquier tema que nos interese.
Esta situación era impensable el siglo pasado.
Me refiero al tiempo en el que el sistema social occidental estaba sometido por
el dominio del poder político; por el miedo, la condena y la manipulación
ideológica de las masas populares. La actual libertad de información podía
constituir el sueño de muchos que, inmersos en un sistema que en el que no
podían pensar ni opinar, solo obedecer, veían cómo su sed de conocimiento y sus
ganas de saber del mundo se desvanecían frente a la gran aliada del poder: la
censura ideológica.
Menos mal que el mundo occidental actual,
está construido sobre valores democráticos y justicia social y, gracias a ello, podemos
disfrutar de un marco legal garante de derechos y libertades individuales.
¡Menos mal! Ya no tenemos que preocuparnos por el abuso de poder de las clases
políticas, ni de la privación de expresar libremente y defender nuestros
ideales. Ya no debemos inquietarnos por la existencia de magnates que nos
impongan su verdad y nos dicten cómo debemos pensar y qué debemos decir… ¿O sí?
¿Hasta dónde llega nuestra libertad? ¿Dónde
está el límite en el ejercicio de nuestros derechos de expresión, información y
comunicación? ¿Estamos realmente informados? ¿Quiénes están detrás de esas
informaciones? ¿Cómo influye el mercado económico en el sistema mundial de la
información?
Todas estas preguntas están surgiendo, y cada
vez más, en un momento en el que el mundo occidental atraviesa una crisis no
solo económica y política sino también de valores. Vivimos inmersos en un
sistema donde todo está mercantilizado, todo se puede contabilizar. Así lo
afirma el maestro José Luis Sampedro: “Este
sistema capitalista lo convierte todo en dinero. El dinero ha pasado de ser un
instrumento de cambio a ser un referente absoluto”. El verdadero problema radica en que el sistema capitalista ha derribado
las barreras de la esfera económica para inundar todos los aspectos de la vida
del ser humano occidental. Vivimos en lo que Saramago llama, “una dictadura
económica, un capitalismo autoritario”.
("La dictadura económica", José Saramago)
Hay que destacar la genialidad de los que, en
tiempos anteriores, fueron capaces de intuir el gran poder y capacidad de
influencia que podrían ejercer los medios de comunicación sobre la conciencia e
ideología humanas. Entonces, a comienzos del siglo XX, esta idea se desarrolló y
se materializó a través de la propaganda política de los autoritarismos. Ésta,
según Richard Nelson consiste en “una forma intencional
y sistemática de persuasión con fines ideológicos, políticos o comerciales, con el intento de influir en las emociones, actitudes, opiniones y
acciones de los grupos de destinatarios mediante la transmisión controlada de
información parcial a través de los medios de comunicación masiva". Es el
momento de preguntarnos cómo, sobre qué y de qué manera informan los medios de
comunicación a la sociedad en el mundo occidental actual.
No podemos olvidar que la continua tendencia de los países desarrollados hacia la
liberalización económica ha repercutido en muchos otros aspectos de la vida en
sociedad, en tanto en cuanto el proceso de globalización creó un sistema de
interdependencia y comunicación supranacional llegando a transformar los
valores, costumbres e incluso culturas de las sociedades. La industria de la
comunicación, al igual que todas las demás, también fue sometida a este proceso
de mundialización que favoreció el empoderamiento de las grandes empresas de
telecomunicación.
De esta forma, los conglomerados
mediáticos fueron adquiriendo un mayor peso tanto social como económico,
primero a nivel nacional y después superando las fronteras. Tenían ante sí un
nuevo papel en la sociedad que repercutiría en todos los niveles del sistema
social: político, económico e ideológico.
Los medios de
comunicación conforman, hoy en día, el agente con mayor poder de influencia
ideológica sobre las masas, constituyéndose como un potente educador social. En
los países industrializados, el consumo de medios de comunicación es cada vez
mayor, por lo que su capacidad de influencia y reeducación de las conciencias
también se ve incrementado.
Por tanto, a pesar
de vivir en un contexto en el que la inmediatez comunicacional, la difusión y
la saturación informativa están a la orden del día, y en el que parece primar
la cantidad sobre la calidad de las informaciones, vale la pena detenerse ante
tanto dinamismo y reflexionar sobre qué contenidos nos ofrecen los medios, qué
intención tienen y qué ética o moral existe tras ellos.
El
panorama mediático internacional está en manos de muy pocos y muy poderosos;
sin embargo éste no es el mayor problema. El verdadero conflicto se sitúa en
que los grandes grupos de comunicación, al igual que las demás industrias,
actúen bajo las directrices del mercado económico mundial olvidando los valores
democráticos que deberían sustentar la profesión periodística.
Resulta
sumamente peligroso que sea el beneficio económico quien determine los temas de
la agenda mundial de noticias. Resulta vergonzoso que exista manipulación informativa
y censura en un mundo que dicen desarrollado. Resulta indignante que se seleccionen
diariamente las informaciones noticiables
de acuerdo a intereses empresariales…
Resulta
increíble que en vez de aprovechar positivamente la capacidad de los medios de
comunicación para educar a través de valores éticos como la justicia y la
igualdad, fomentar y cohesionar las diferentes culturas y superar los
conflictos sociales existentes, se empleen para todo lo contrario; creando
estereotipos que alimentan las desigualdades, acrecentando la brecha mundial de
la industrialización mediante la marginación y el sometimiento, educando a través
del miedo y el terror…
("El miedo manda", Eduardo Galeano)
En
el escenario mundial de la comunicación aparecen varios actores claramente
diferenciados. Por un lado, EEUU como líder supremo, representa el poder, la
abundancia, el capitalismo; al frente, pero por otro lado, Europa occidental,
la unión de los países industrializados, el progreso y la cooperación; y en un
siempre último lugar los países del sur, los Subdesarrollados, el Tercer
Mundo, la pobreza, la necesidad, la escasez…
Para
poder desarrollar con éxito una estrategia de control y sometimiento de la
opinión pública mundial es necesario crear enemigos, crear conflictos,
enfrentamientos. El enemigo consistirá en un ente basado en estereotipos, en
circunstancias descontextualizadas, en medias verdades, en realidades creadas
y/o provocadas, pero sobre todo el enemigo será la encarnación del miedo, de lo
desconocido, de lo desagradable, de lo indeseado.
Y
qué mejor enemigo que el mundo
subdesarrollado, lejano y desconocido, para personificar esa imagen
negativa del mundo. Ayudémosles con caridad y compasión, piedad y limosna que
necesitan nuestra ayuda para salir de la miseria… ¡Qué gratificante es ayudar a
los más desfavorecidos! ¡Pobre Tercer
Mundo!
("El subdesarrollo" Eduardo Galeano)
En
palabras de Eduardo Galeano: “El Sur del mundo no quiere caridad, la caridad es
humillante. El Sur del mundo exige solidaridad. Y la solidaridad no es
humillante porque no es vertical, se ejerce horizontalmente”. ¡Qué gran verdad!
Qué
dominio, qué desfachatez, qué insolencia… Qué fácil resulta atacar la imagen
internacional de los países más indefensos, ellos no poseen las armas mediáticas
que nosotros tenemos. El mensaje que se extiende entre los países más poderosos
sobre la situación de los territorios del Sur, está basado en una idea
simplificada de aspectos y circunstancias negativas que despoja a todo pueblo
de su verdadera identidad y de su dignidad social. No se puede criminalizar a
más de la mitad del mundo solo porque vivan en una realidad diferente a la
nuestra, porque tengan otra estructura social y otras costumbres.
No
podemos denominar los territorios de América Latina y África, entre otros, como
pobres o subdesarrollados. No podemos decir que no son ricos, solo en el caso
de que en nuestro punto de mira exista únicamente la acepción económica de la
palabra “riqueza”. Riqueza también es abundancia y fertilidad; y, todo sea
dicho, estos países poseen en muchos aspectos la mayor riqueza del planeta:
recursos naturales, diversidad de fauna y flora, multiplicidad de ecosistemas,
variedad lingüística y cultural…
Juguemos
por un momento a invertir los papeles. Si ellos tuvieran el poder mediático
mundial en sus manos, y siendo la naturaleza su bien más preciado, podrían
criminalizar al Primer Mundo por su
ineficiente y pésima política ambiental. Podrían simplificar nuestra imagen a
ese grupo de ignorantes países que se destruyen a sí mismos contaminando su
propio hábitat, que mueren de enfermedades creadas por sus propias empresas
farmacéuticas… ¿Sería justo que proyectasen esa única verdad del mundo
occidental? ¿Nuestra realidad se reduce a eso o es mucho más?
Pensemos
lo peligroso que sería que lo único que supiésemos de EEUU fuera que las armas
están legalizadas. Que los únicos mensajes que nos llegasen de este país fueran
de asesinatos, ajustes de cuentas, violaciones y peleas de bandas callejeras.
Todo esto existe en Estados Unidos, pero también muchas cosas más. Igual que en
España hay crisis pero también hay mucha gente que lucha por salir adelante y
lo consigue.
Generalizar
y simplificar la realidad es perder el bien más preciado del mundo que es la
diversidad. Conocer las diferentes culturas del mundo, cada una con sus
creencias y sus costumbres. Descubrir las maravillas del Planeta es aprender de
los demás lugares y las demás personas. En el mundo no hay buenos y malos, no
hay ganadores y perdedores estos estereotipos son creados por el hombre. La
supervivencia de la raza humana consiste en la convivencia pacífica de los
pueblos no en sobrevivir. Sobrevivir es resistirse, es rivalidad.
El
mundo no debería ser un campo de batalla, no debería reinar la ley del más
fuerte. ¿Dónde ha quedado la igualdad? Ninguna opinión es mejor que la de
cualquier otro, ninguna creencia es más válida que las demás porque todo es
subjetivo. No existe la verdad universal, existen las diferencias, la
diversidad y ésas son las mayores riquezas de la vida.
No
hay que perder la humildad, no hay que pecar de orgullosos porque siempre habrá
algo que aprender de los demás. Nadie es mejor ni peor y mucho menos podemos
condenar a alguien solo porque no comparta nuestra verdad. Cada uno tenemos
nuestra propia realidad fruto de las experiencias que van conformando nuestra
perspectiva a lo largo de toda nuestra vida, y no somos nadie para imponérsela
a los demás.
Dejemos
de lado la comodidad que supone remitirse a aceptar el mensaje de los medios de
comunicación para dar paso a la crítica, al análisis y a la reflexión.
Pretenden seducirnos con imágenes sensacionalistas de catástrofes y sucesos;
esperando una respuesta inmediata de emoción y placentera adrenalina. Pero ¿no
es la racionalidad lo que diferencia al ser humana de cualquier otro ser vivo?
Seamos conscientes, contextualizar los sucesos, atendiendo a las causas,
circunstancias y consecuencias, es desarrollar una visión analítica de la
realidad con la que alcanzamos el conocimiento, aprendemos y, en conclusión,
nos alimentamos para crear nuestra propia conciencia. El sensacionalismo y el
impacto son estímulos momentáneos que llegan igual de rápido que desaparecen,
no existe reflexión alguna. El análisis y la curiosidad conllevan más tiempo y
esfuerzo pero el aprendizaje que obtenemos a través de ellos, durará toda la
vida.
Trabajemos
por el equilibrio en la información, por la equidad de los mensajes que se
transmiten a través de los medios de comunicación, por las historias ecuánimes
de todos los pueblos. Rompamos los estereotipos porque a nadie le gusta que le
disfracen con mentiras o medias verdades. Aprendamos a asumir la realidad y
pongamos sobre la balanza la historia completa; las dos caras, la negativa y la
positiva. Para que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones.
("El derecho a Soñar", Eduardo Galeano)
“Aunque
no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos
que sea. El derecho de soñar no figura entre los treinta Derechos Humanos que
las Naciones Unidas proclamaron en 1948, pero si no fuera por él, por el
derecho a soñar y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían
de sed”.
Eduardo Galeano
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